miércoles, 7 de octubre de 2009

Cómo conocí a la Negra Sosa

Conocí a Mercedes Sosa por medio de un disco de vinilo que tenía la tapa repetida en contratapa, razón por la que me costó mucho aprender el título de las canciones y sus compositores. Mientras sonaban notas de piano, guitarra y bombo el disco giraba y con la curiosidad propia de un niño trataba de leer los títulos de las primeras canciones que oí de la voz que ha dignificado la identidad latinoamericana, Mercedes Sosa, la negra querida que todos amamos y que comenzamos a extrañar.

Giraba ese disco y casi en 8 o vueltas podía leer un título y en 8 más al compositor. Me fascinó la guitarra, que no recateaba talento, más al contrario lo regalaba para alegría de mis oídos, el piano zambero inusual para alguien que solo conocía zamba de guitarreaba. Este disco me dejaba dudando sobre la posibilidad de zambear en medio de fogata y mate con un piano de por medio. Desde ya eran mis primeras impresiones del álbum que comenzaba con “Alfonsina y el Mar” y culminaba con el tema que le daba nombre y que fue la eterna tarea de la Negra “Para cantarle a mi gente”.

En la tapa de ese primer que conocí, de quien para 1986 ya era ícono argentino, aparecía Mercedes tocando el bombo, el cabello lacio suelto sobre el hombro derecho, la miraba fijada en el instrumento que abrazaba, como quien abraza a un pueblo necesitado de trovadores que recojan los sentimientos populares y los vuelvan canto. En esas primeras tardes de darle duro al pick up familiar comprendí que la Negra no componía ninguna canción, sólo cantaba, su instrumento erala voz, un instrumento para defender los derechos, para retratar paisajes populares, para cantarle al amor, a la vida, a la historia, al futuro, al espíritu… para cantarle a la gente,. A su gente que fuimos todos.

Hasta ahora necesito sacar el vinilo de su forro fallado para revisar las canciones que venían en ese álbum. Las melodías inolvidables de una parte de mi infancia era al margen de Alfonsina: Juana Azurduy, zamba para no morir, Criollita Santiagueña, si se cal.la el cantor, Luna Tucumana y la Canción del Centauro. Temas de Yupanquii, Chazarreta, Horacio Guaraní y Ramírez. El segundo disco que escuché de Mercedes se llamaba “Vengo a ofrecer mi corazón”, el tercero tenía temas de Leon Gieco y Pablo Milanés entre otros. Los siguientes discos que escuché me dejaron entender la tarea de la maravillosa voz que provenía de estos trabajos. Mercedes tenía por tarea escuchar, un don que pocos mantienen, con esa actividad sencilla pero vital para la humanidad, seleccionaba canciones que dignifiquen al ser humano que fortalezcan la identidad latinoamericana y nos hagan mejores sujetos. A esa tarea le seguía una actividad que la inmortalizó, era cantora de canciones sensibles y solidarias con los afectos colectivos.

A mediados de los años 90 la Negra cantó en Bolivia, yo vivía todavía en Oruro, el concierto se realizaba en La Paz. Con mi corta edad y lo caro que le resultaba a mi familia costearme verla en directo, me resigne a prestar la Handy familiar para que mi amigo Vladimir Paniagua recoja imágenes y sonidos que archivarías en el tesoro musical familiar que con disciplina y esfuerzo construíamos. Las tomas de ese video doméstico resultaron una desgracia porque en medio de la multitud se perdieron el visor de la cámara, por lo que todo quedó desenfocado. Pero incluso así disfrutamos el concierto en una época en la que la piratería no era tan gentil con los musiqueros. Estas son anécdotas familiares cuyo motor fue la admiración que la Negra despertó entre los amigos, los vecinos, los hermanos… entre todos
Mercedes Sosa no logró presentar el disco que titulo “Cantora”, conocer sus nuevas propuestas nos dan una tarea por demás placentera. Encender el equipo de música y dejar que fluyan sus últimas grabaciones. El nombre del último álbum de la tucumana termina definiendo una vida. Aquella provinciana que se hizo bandera argentina, luego latinoamericana y en la actualidad bandera internacional para quienes aún creemos que todavía se puede hacer una canción con todos.

Sin duda Gracias a la Vida y Solo le pido a Dios son los temas más coreados en los conciertos que en vida dio Mercedes Sosa. La primera fue inspiración de la hermana chilena Violeta Parra, la segunda es respuesta ética de un revolucionario de la música frente a opresión y las dictaduras latinoamericanas, León Gieco.
La negra Sosa, ese instrumento musical para la revolución, hizo propios temas de centenares de compositores, para que por medio de su voz las canciones sean finalmente de su pueblo. Porque la música no es de quien la escribe ni canta, sino de quienes la escuchan y la utilizan para el fortalecimiento del amor, para la humanización de la humanidad.

Gracias a Dios por la negrita, por esa vida, por esas razones de vivir que con el canto regaba María, Pedro el Canoero, el niño pueblero. Gracias Dios por esas canciones de monte, selva y mar, por Alfonsina, Juana, Carito, el negrito y la negrita que somos cada uno, cada una, reflejo de nuestra gran latinoamericana unida.

Ernesto Guevara Quiroz

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